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El campo
Ahora que se habla tanto de la España vaciada –algo que es una realidad–, la agricultura y la ganadería se antojan como actividades imprescindibles para fijar la población a los territorios. Sin embargo, en los últimos 20 años el relevo generacional sigue siendo la gran asignatura pendiente del campo para ello. Según datos del sector, en la provincia de Córdoba tan solo el 5,8% de las explotaciones está en manos de agricultores menores de 35 años; el 55% las llevan mayores de 55, y el 38% de las mismas las dirigen personas de más de 65 años. Todo ello en una época en la que la alta tasa de paro juvenil hace que muchos jóvenes se hayan planteado iniciar su actividad laboral en el campo.
Esa incorporación de jóvenes ha corrido paralela a una modernización del agro, que ha incorporado tecnología en las explotaciones. El hombre y la mujer del campo ya no trabajan como hace décadas. Con este panorama y en el contexto de las nuevas directrices económicas marcadas desde Europa y aplicadas con la nueva Política Agraria Comunitaria (PAC) y la desaparición de las cuotas lácteas como punta de lanza, el agro cordobés se ha visto obligado una vez más a reinventarse sin perder la perspectiva de que las estructuras productivas tradicionales se han convertido en inviables y de que, para un agricultor y ganadero, caminar solo supone poner en riesgo la necesidad de dotar de valor añadido a sus producciones y de ganar en la comercialización.
Precisamente, la industria agroalimentaria ha encontrado en las exportaciones una salida importante. Desde distintas administraciones se ha llamado reiteradamente a la desatomización del sector para convertirlo en más competitivo en un mercado cada vez más globalizado. Así, el cooperativismo se ha hecho fuerte en la provincia durante el siglo XXI con ejemplos en el sector lácteo, como el de Covap, o en el oleícola, como la anteriormente llamada Hojiblanca y hoy denominada Dcoop. Ambas sociedades son un ejemplo de modelos industriales a seguir.
Todo ello en un contexto en el que los agricultores y ganaderos cordobeses siguen quejándose de que con los precios en origen apenas cubren los costes de producción. En las últimas dos décadas se han sucedido manifestaciones por ello. La última, el pasado 14 de febrero, a las puertas de la pandemia del coronavirus. Un campo unido cortó la A-45 a la altura de Lucena en una protesta con más de 5.000 tractores. Con ella, el sector exigió a las administraciones “dignidad” para el campo, una dignidad que pasa, entre otras claves, “por conseguir unos precios justos para los productores”.
Además, el nuevo siglo ha visto nacer dos nuevas denominaciones de origen oleícolas, la de Montoro-Adamuz y la de Lucena, que llegaron para sumarse a las ya clásicas de Baena y de Priego de Córdoba. También la Denominación de Origen del Ibérico Los Pedroches, que, ideada a finales del siglo XX, nació ya en el XXI.
Y si el relevo generacional sigue siendo la gran asignatura pendiente del sector, lo es asimismo la de la incorporación de la mujer a un campo cordobés muy diversificado, que ha ganado en las últimas décadas en especialización.
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