El sueño de Córdoba 2016 y la realidad de Medina Azahara
La cara y la cruz de la cultura
La pérdida de la Capitalidad Cultural supuso un letargo del que la ciudad aún no se ha levantado; el mayor aliciente ha sido la declaración como Patrimonio Mundial del yacimiento
EL 28 de junio de 2011, Córdoba se despertó de sobresalto de un sueño apacible, ilusionante y esperanzador. Fue ese día cuando la candidatura de San Sebastián nos quitaba la Capitalidad Europea de la Cultura para 2016nos quitaba. La confianza en el proyecto era tan ciega, la ensoñación tan profunda, que nadie se espera ese final. Ese día hubo lamentos y también lágrimas porque Córdoba no solo se jugaba ser durante un año el centro de la cultura en España, sino también parte de su desarrollo futuro.
La Capitalidad implicaba la construcción de equipamientos y la puesta en marcha de un engranaje cultural que sirviera de motor de desarrollo, pero todos esos planes se rompieron ese fatídico día. Fueron diez años de preparación de un proyecto que estuvo dirigido por la gallega Carlota Álvarez Basso y en el que se tejieron redes de cooperación institucional:#en esos años hubo una unidad real entre administraciones que no se ha vuelto a repetir. Había ilusión a nivel de ciudad, pero el golpe fue tan duro que Córdoba cayó en un letargo del que no ha logrado recuperarse.
Las actividades que con vocación de permanencia se pusieron en marcha en el desarrollo del proyecto se mantienen en su mayoría, si bien con significativos recortes de presupuesto y alcance. En esos años surgieron los festivales Cosmopoética (que con el tiempo ha experimentado cambios diversos de fechas, formatos y estructura), Eutopía (impulsado por el Instituto Andaluz de la Juventud y que se mantiene en una versión muy reducida respecto a lo que fue), Rafael Orozco y La Noche Blanca del Flamenco.
También se culminaron las reformas del Teatro de la Axerquía y el Teatro Góngora, se inauguraron el museo de Medina Azahara, el nuevo edificio del Museo Arqueológico, cuya sede histórica (el Palacio de los Páez de Castillejo) está aún a la espera de restauración, y el Centro de Arte Pepe Espaliú (que está desaprovechado, tiene una pésima promoción y un horario muy reducido), y se rindió homenaje con dos magnas exposiciones a Romero de Torres y Mateo Inurria.
Otras iniciativas impulsadas en esa época tuvieron suerte dispar, entre ellas el premio de fotografía Pilar Citoler de la Universidad de Córdoba (que sigue existiendo) y el festival de cine de animación Animacor de la Diputación, que murió sin dejar gran poso (al igual que el posterior Festival de Música de Cine Provincia de Córdoba, también de la institución provincial).
En los años posteriores hubo algunos acontecimientos que aliviaron levemente la apatía pos-Capitalidad, como la reforma del Museo Julio Romero de Torres, el inicio de las obras de la Biblioteca Pública del Estado (que aún sigue sin concluir) y la apertura del Museo Taurino, el Centro Flamenco Fosforito, la Casa Góngora y el Centro de Arte Contemporáneo Rafael Botí.
También se sumó a la agenda el Festival de Cine Africano, que empezó en otoño y pasó a la primavera para luego desaparecer. En el camino se quedaron proyectos como la nueva sede del Museo de Bellas Artes –que durante unos años tuvo una cantidad simbólica asignada en los Presupuestos Generales del Estado para luego desaparecer– y el auditorio, que sería el espacio de conciertos de la Orquesta.
El gran equipamiento destinado a conectar Córdoba con la modernidad, el Centro Andaluz de Creación Contemporánea (C3A), finalmente se abrió. Paradójicamente fue en 2016, después de ocho años de la puesta de la primera piedra. El edificio consigna 600 metros cuadrados a la confluencia de las artes visuales con otras disciplinas, similar espacio a depósito y almacenaje y 1.100 a exhibición y presentación de obras.
La intención era tejer alianzas con instituciones como La Casa Encendida (Madrid), Tabakalera-Centro Internacional de Cultura Contemporánea (San Sebastián) y Laboral Ciudad de la Cultura (Gijón), además de con centros de Italia, Francia y otros países. Todo eso se ha quedado en nada y la realidad es que hay una excesiva dependencia del Centro Andaluz de Arte Contemporáneo (CAAC), su hermano mayor, que está ubicado en Sevilla. El C3A no ha logrado despegar en la ciudad aún cuatro años después de su inauguración. Quizás por la falta de comprensión y empatía con el arte contemporáneo, quizá por su ubicación, quizá por la poca promoción...
La ciudad que brilla
Y si en junio de 2011 se esfumó el sueño de la Capitalidad Cultural, en junio de 2018 se hizo realidad otro: la Unesco otorgaba al conjunto arqueológico Medina Azahara el título de Patrimonio Mundial. La ciudad califal tenía las tareas hechas desde 1998, año en el que la Consejería de Cultura presentó la candidatura y cuya ficha y documentación fue admitida por el Centro de Patrimonio Mundial.
Sin embargo, cambiaron los criterios y se aplicó una reducción sustancial en la denominada Lista Representativa. Entonces Medina pasó a un segundo plano (una lista B) y quedó a la espera de que los criterios de la Unesco volvieran a cambiar en su favor. Por fin, en 2018 consiguió su ansiado objetivo. El conjunto arqueológico ha logrado un título que supondrá un impulso para su promoción pero también una responsabilidad, ya que se tendrá que someter a exámenes cada seis años para certificar que su estado de conservación es el correcto y que cumple todas las condiciones indicadas por la Unesco.
Aún queda mucho por hacer en la ciudad que Abderramán III edificó en el siglo X. Tras muchos años de olvido de las administraciones públicas, fundamentalmente de la Junta de Andalucía –encargada de su gestión–, la escasa inversión en el monumento es preocupante. Tan solo hay excavado un 10% del yacimiento y no se han podido realizar campañas importantes debido a la falta de dinero. Ni tan siquiera se ha podido profundizar en algunas de las zonas ya descubiertas.
El proyecto más ambicioso es el que se ha llevado a cabo en la Plaza de Armas, localizada frente al Gran Pórtico, la entrada ceremonial al sector del Alcázar en el que se encontraba la zona administrativa. Las investigaciones realizadas entre el Instituto Arqueológico Alemán y la Junta de Andalucía han sacado a la luz dos nuevas construcciones en esta gran superficie.
El reto pendiente más inmediato sigue siendo la segunda fase de restauración del Salón Rico. Esta estancia de Medina Azahara es la que mejor refleja lo que significó el califato omeya y, aún así permanece cerrada al público desde 2009, salvo algunas pocas ocasiones en las que se han desarrollado visitas guiadas para grupos reducidos. El 3 de diciembre de 2019 por fin se firmó el acuerdo entre la Junta de Andalucía y la World Monuments Fund que permitía el comienzo de los trabajos en el también denominado Salón de Abderramán III o Salón Oriental.
Los tiempos han sido muy lentos en este proceso y da la sensación de que hasta ahora ha habido poco interés en que este proyecto –fundamental para el conjunto arqueológico– saliera adelante. De hecho, el convenio se planteó en 2012 (cuando el PSOE gobernaba en Andalucía) y hubo que esperar siete años para la rúbrica (que se hizo con el PP).
La World Monuments Fund aporta 125.000 euros destinados a completar y reponer los atauriques (unas 5.000 piezas) del paramento de la fachada. Los trabajos de la Junta se centrarán en el interior de la estancia. Estas labores pueden llevar un par de años y, en principio, se desarrollarán de forma simultánea.
Aún así, quedan muchos otros flecos en lo referente al impulso del conjunto arqueológico. A todos ellos tendrá que hacer frente Antonio Vallejo, que volvió en 2019 a la dirección del yacimiento del que estuvo al frente durante 28 años, entre 1985 y 2013. Entre los proyectos pendientes está la redacción y puesta en marcha de un plan director, el arreglo de las goteras del museo, la accesibilidad al conjunto arqueológico o la plantación de una pantalla vegetal que lo aísle visualmente de las parcelaciones colindantes, tal y como recomendó la Unesco cuando aprobó el expediente para que fuera Patrimonio Mundial. En los presupuestos de la Junta para 2021 solo se contemplan 118.000 euros destinados a la ciudad califal.
Con nombre propio
En estos 20 años Córdoba ha dicho adiós a Vicente Núñez, Mario López, Julio Aumente, Leopoldo de Luis, Manuel Álvarez Ortega, Eduardo García, Nacho Montoto, Pablo García Baena, Elio Berhanyer, José de Miguel, Hisae Yanase, José Duarte y Juan Serrano. Dos grandes símbolos culturales de Córdoba como son Cántico y Equipo 57 han perdido en estos últimos 20 años a buena parte de sus miembros. Con la muerte de García Baena en 2018, Cántico despidió a su último poeta. El único representante vivo del grupo es Ginés Liébana, que en 2021 cumplirá 100 años.
En estas dos décadas la ciudad ha visto crecer y desarrollarse a la Fundación Antonio Gala para Jóvenes Creadores –que en 2019 cumplió su mayoría de edad–, desaparecer varios cines y ser escenario de rodajes como el de Juego de Tronos, que en 2016 desembarcó en el Castillo de Almodóvar del Río entre gran expectación.
También ha vivido grandes conciertos gracias al Festival de la Guitarra, como los de Bob Dylan, Lenny Kravitz, Chuck Berry, Sting, Scorpions, Kiss, Europe, B.B. King, Paco de Lucía, Pat Metheny, Mike Stern, Pretenders, John Fogerty, ZZ Top y Bryan Ferry. Precisamente este 2020 el festival hubiera celebrado la que sería su 40 edición, un aniversario que ha frustrado el covid-19.
Otro nombre a resaltar es el de Josefina Molina. La directora y guionista cordobesa fue reconocida con el Premio Nacional de Cinematografía 2019, un galardón que, por primera vez, recibía una mujer en los más de 40 años que han pasado desde que se concede. En este tiempo también ha sido distinguido el flamenco de Manuel Moreno Maya El Pele, Vicente Amigo y Blanca del Rey, a los que el Gobierno de España les ha concedido la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes. Una ceremonia que, por cierto, se ha celebrado dos veces en Córdoba; en 2006 en el marco incomparable de la Mezquita y en 2019 en la iglesia de la Merced.
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