Europa quiere prohibir las teles 8K
Tecnología
La nueva normativa europea de eficiencia energética impedirá la venta de los televisores más potentes a partir de marzo
Explicamos por qué quiere Bruselas prohibirlos y qué repercusiones podría tener en el futuro del sector
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Como saben los fabricantes y los vendedores de electrodomésticos, las semanas previas a cualquier Mundial de Fútbol suponen un pico en la venta de televisores. Son muchos los consumidores (es de suponer que aficionados al fútbol) que aprovechan la cita para renovar sus teles por una nueva, más grande, más moderna y más avanzada. Y los fabricantes, aunque van mejorando año a año las tecnologías del electrodoméstico por excelencia, reservan las mayores innovaciones para que coincidan, precisamente, con los años de Mundial.
A pesar de la inflación y de la inminente recesión, es de suponer que este 2022 no será una excepción a esa tendencia, aunque la propuesta en la mesa de la Comisión Europea sobre consumo energético sí podría determinar qué tipo de pantalla adquieren quienes vayan a renovar ahora su tele y, de paso, condicionar el desarrollo de toda la industria de televisores.
Si nada lo impide (hay de plazo hasta el 25 de diciembre para presentar propuestas alternativas), el 1 de marzo de 2023 entrará en vigor un reglamento de “requisitos de diseño ecológico aplicables a las pantallas electrónicas” que, entre otros aspectos, limitará la energía que pueden consumir los televisores que se comercialicen en los 27 países miembros de la Unión Europea.
Eso afectará a varios modelos OLED 4K, QD-OLED de 65 pulgadas, algún QLED 4K y, en la práctica, a todos los televisores 8K, cuya venta quedaría prohibida de facto en Europa a partir de esa fecha porque no cumplen con los requisitos establecidos en ese reglamento.
De dónde viene todo esto
La base de esta normativa es el llamado índice de eficiencia energética (EEI por sus siglas en inglés), que Bruselas desarrolló hace varios años a partir de pantallas vendidas entre 2012 y 2017. En su momento, esos baremos no suponían problema para televisores HD e incluso 4K, cuyos fabricantes podían cumplirlos sin mayores tribulaciones.
En la última actualización de ese índice, la Comisión no solo ha incrementado la exigencia de eficiencia (las pantallas HD y 4K tienen que consumir menos que en la primera versión de la norma, algo que muchos 4K actuales no podrán cumplir), sino que ha decidido aplicar esos mismos valores tanto a las teles 8K como a las microLED.
El problema es que las teles 8K consumen, por definición, mucho más que una 4K y, según datos de los expertos, no hay por ahora ningún fabricante de 8K que encaje en la horquilla que Bruselas exigirá para el 1 de marzo, por lo que, de no producirse cambios, no podrán vender sus teles en la UE.
Por qué el 8K gasta más
Resumiendo mucho, un panel 8K tiene cuatro veces más píxeles que un panel 4K, es decir, que el mismo espacio está mucho más poblado de píxeles y que hay menos hueco libre para que pase la luz. Al ser más difícil ese paso de la luz, hay que empujar más, por así decirlo, lo que significa que hay que aumentar el brillo del sistema de luz trasera de la tele para conseguirlo y eso obviamente incrementa el consumo.
Reducir ese consumo para ajustarlo a las demandas de Bruselas, si es que fuera posible, requeriría una reinvención completa del sistema, algo que a estas alturas no parece probable.
¿Qué se puede hacer?
Hay quien plantea (aunque no tiene muchos visos de prosperar esta propuesta) crear un modo de imagen básico en los televisores que cumpla con los requisitos de Bruselas (que se aplicarían al modo por defecto con señal SDR) y que sería el que presentase el equipo de fábrica, al sacarlo de la caja (algo que pondría de los nervios a los compradores que, al enchufarlo en casa, verían una imagen decididamente más pobre que la que les sedujo en la tienda).
Esto, aparte de algún enfado y unas cuantas devoluciones, podría revertirse a elección del consumidor final para poner la imagen a su máximo de calidad, aunque requeriría varios cambios en los ajustes que no todos sabrían o querrían llevar a cabo. Como decíamos, una propuesta poco factible.
El futuro
Por supuesto, la cuestión de fondo no es la indudable necesidad de ahorrar energía de forma global, sino que se apliquen criterios desactualizados para establecer unos requisitos de ahorro. Y, aunque por el momento se piense en que se trata de un debate local acotado a las fronteras de la Unión Europea, recordemos el reciente dictamen sobre establecer el USB-C como puerto de carga estándar para los dispositivos, que obligará a Apple por ejemplo a cambiar sus conectores. Y cuando lo haga, lo hará en todo el mundo.
La siguiente cuestión es cómo afectará la norma europea sobre las teles no solo a las ventas de equipos 8K sino, sobre todo, a sus fabricantes, que podrían centrar sus esfuerzos en innovación de los próximos meses o años en cómo hacer que esa misma tecnología consuma menos... o tal vez dedicarse solamente a investigar en formatos y tecnologías con menos trabas burocráticas y probablemente no tan revolucionarios.
Habrá quien zanje el tema con un “pero si no hay nadie que emita en 8K”, pero esto va más allá de esa frase manida (que ya se aplicó cuando el 4K, el 5G, el 4G, y con casi cualquier cosa que suponga un salto tecnológico), porque los avances en los paneles de los televisores tienen su reflejo en los de los monitores, tablets o teléfonos móviles, y no solo en sus paneles, sino en toda la tecnología que se esconde tras ellos. Si se frena la innovación en unos, tarde o temprano lo notarán el resto.
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