“Queríamos que los supervivientes contaran lo que vivieron desde la fuerza y no desde el llanto”
Amanda Sans Pantling y Marga Luis | Baraja: la firma del asesino
Este viernes Netflix estrena 'Baraja: la firma del asesino', una serie sobre El asesino de la baraja dirigida por Amanda Sans Pantling y con Marga Luis como productora ejecutiva
Tráiler de 'Baraja: la firma del asesino', en Netflix
Hace ahora 20 años, el ex militar Alfredo Galán mató a tiros a seis personas en Madrid y otras localidades cercanas. Escogía a sus víctimas al azar y firmaba sus crímenes dejando junto a los cuerpos un naipe, lo que le granjeó el sobrenombre de El asesino de la baraja.
Este viernes Netflix estrena el documental de Cuarzo Producciones Baraja: la firma del asesino, dirigida por Amanda Sans Pantling y con Marga Luis como productora ejecutiva.
A lo largo de tres capítulos, la serie repasa el caso poniendo el foco no sólo sobre la investigación, sino también sobre el testimonio de los supervivientes o cuestiones como la salud mental en el Ejército y los controles en el acceso a las armas.
¿Por qué una serie documental sobre el Asesino de la Baraja?
Marga Luis: Por un lado, queríamos saber cómo se llegó a hacer esta construcción del asesino en serie, que de alguna forma hacemos entre todos (medios de comunicación, los propios abogados, el sistema judicial...). Para nosotros era básico no quedarnos en el relato cronológico, sino ir más allá. Por otro lado, queríamos abordar cómo convertimos a personas anónimas en protagonistas de una historia de Hollywood, unos supervivientes que tienen una vida normal y corriente que de pronto se ven metidos en una auténtica película que además no entendían.
Nos apetecía profundizar desde todos esos lados, y tratar elementos que nos interesaban mucho, como el Ejército y la salud mental o la responsabilidad civil del Estado. Queríamos, sobre todo, dar voz a quienes fueron protagonistas del caso sin quererlo (con todo el respeto hacia todo el mundo: por supuesto hacia las víctimas, pero también hacia el asesino, los abogados o los investigadores) y que contaran cómo vivieron toda esta película.
¿Quedan incógnitas por resolver 20 años después? Cuando plantearon este documental, ¿querían resolver alguna duda, había un propósito investigador en el sentido detectivesco del término?
Marga Luis: No, hemos ido tirando de elementos de la investigación para construir una narración que se ve como un thriller porque es una historia apasionante, pero nos limitamos a contar cómo fue la investigación y que cada uno saque sus conclusiones. Es cierto que hay giros de guion, porque pasan muchas cosas durante la investigación, y la gran pregunta es qué habría pasado si no se hubiera entregado.
Es posible que hubiera seguido matando.
Marga Luis: Viendo cómo fue el final, con los retratos robot, las ruedas de reconocimiento… Los propios investigadores reconocen que fueron unos meses muy complicados y que hubo momentos en los que daban palos de ciego.
Amanda Sans Pantling: La memoria es volátil y la gente que vivió el caso, sobre todo de Madrid, sí se acuerda más, pero quizás el resto de España se quedó con la anécdota de la baraja.
Es mi caso. Recordaba el dato de las cartas, pero poco más del caso.
Amanda Sans Pantling: Por eso creemos que está bien revisitarlo 20 años después. Incluso cuando se resuelve el caso y aparece en escena Galán, siguen pasando cosas inauditas.
Marga Luis: Si conoces la historia, es una auténtica película, y hemos querido contarla dejando claro que hay personas reales que se han visto inmersas en algo propio de la ficción: hay víctimas, investigadores que se están volviendo locos para tratar de cogerle, medios de comunicación con presiones para saber más, y todavía hay mucha gente con secuelas.
Amanda Sans Pantling: Hemos tenido acceso a personas que no habían hablado nunca y hemos mirado el caso desde otros puntos de vista que no se habían abordado, como el de la salud mental.
Marga Luis: Al final, la carta es la mera anécdota.
Amanda Sans Pantling: Cuando te pones a investigar en profundidad y hablas con las personas implicadas, te das cuenta de que la historia tiene muchas capas. Es lo fascinante de este proyecto, todos esos elementos con los que puedes jugar como directora, ir estructurándolos, diseminando la información y dándoles vida.
Uno de los momentos impactantes es la elevada cifra de militares con problemas de salud mental.
Marga Luis: Por eso digo siempre que la clave del género es poder profundizar en ciertas cosas, y por ejemplo esa es una cuestión clave. ¿A quién estamos dando acceso a armas? ¿Cómo estamos controlando la salud mental de estas personas, cómo se hacen los informes psiquiátricos?
Sobre el papel, tienes al asesino en serie perfecto, un chaval joven, militar, un loco, un depredador absoluto. Pero vamos a poner esto en contexto, que es lo importante. Por eso tenemos los informes y a las personas que los elaboran. Y, para saber qué pasó en los Balcanes, tenemos a amigos que lo cuentan. El momento en que uno de ellos dice ‘todos nos trajimos cosas’ [armamento, como la pistola con la que se cometieron los crímenes] abre un universo que hace que nos cuestionemos cosas, y eso es lo bueno del género también.
Supongo que uno de los momentos más difíciles habrá sido entrevistar a los supervivientes.
Marga Luis: Sin duda, pero estamos muy orgullosas, porque conseguimos algo fundamental, que contasen lo que vivieron desde la fuerza y no desde el llanto. Me da mucha rabia cuando se revictimiza a las víctimas.
El testimonio de Teresa Sánchez García [recibió tres tiros en su bar de Alcalá de Henares, donde murieron su hijo y una clienta] es sobrecogedor.
Marga Luis: Es increíble la fuerza con la que lo cuenta. Se da por hecho que es una mujer rota de dolor y que el duelo lo va a llevar siempre, pero teníamos muy claro que no podíamos hacer una entrevista donde se rompiera en el minuto uno y estuviese llorando todo el documental: no queríamos que las víctimas pasasen por el calvario por el que tuvieron que pasar en 2003.
¿Han encontrado algún obstáculo durante la producción, ya sea de acceso a personas o a documentación o información?
Marga Luis: Hemos dado a todo el mundo la oportunidad de que hablara, y unos han querido y otros no. Hemos sido ahí también muy respetuosas. No hemos tenido problemas, más allá de que el fiscal o el juez no han querido estar, pero creo que la historia está bien contada con los elementos que tenemos.
¿Y el acceso a Alfredo Galán?
Marga Luis: Se intentó, tanto directamente con él como a través de la familia y, desde el primer momento manifestaron que no querían participar, y lo respetamos. Sí es verdad que contamos con personas muy cercanas que dan una visión muy buena sobre quién es él.
Con individuos así surge una pregunta que no siempre se resuelve: ¿por qué? ¿Querían averiguar por qué hizo lo que hizo o no era una prioridad de este proyecto?
Amanda Sans Pantling: La verdad es que no. La reflexión estaba más centrada en otros aspectos de la historia, explicar lo que no se había explicado y dar voz a personas que no la habían tenido, además de aportar esa mirada de la salud mental. Uno de los momentos que me fascinó fue cuando entrevistamos a los militares. Es sorprendente lo que cuentan y da mucha información sobre el entorno y sobre el mundo en el que se movía Galán.
Marga Luis: El porqué no se va a poder cambiar, los muertos y los asesinatos están ahí, así que se trataba de profundizar en otras cosas.
Amanda Sans Pantling: Lo importante es el contexto, el del propio Galán y el del Ejército español hace 20 años, cuando estaba empezando a profesionalizarse. Las cosas han cambiado, pero ahí está la reflexión sobre la cantidad de personas con problemas de salud mental con acceso a armas. Qué ocurre cuando alguien tiene problemas de salud mental, quién tiene la responsabilidad, cómo se encarga de proteger a esa persona el Ejército. En cierto modo, el Ejército se desentendió y las víctimas no han sido compensadas.
Marga Luis: El dinero no va a cambiar nada, pero sí esperas cierta protección. El momento del documental donde se muestran las fechas de sus visitas psiquiátricas y ves cómo, en paralelo, va matando, pone los pelos de punta.
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