Eurovisión: la fiesta terminó
Los conflictos en torno a la presencia de Israel han enturbiado el ambiente, pero el orden de actuaciones ha transcurrido con normalidad pese al ánimo de protesta por la descalificación de Países Bajos
Así ha sonado España, 'Zorra' y Nebulossa, en la final del Festival de Eurovisión 2024
Países Bajos , expulsado de Eurovisión: sólo actúan 25 países
No es esto, no es esto. Si a tu programa lo llamas “United by Music” debería ser así, pero el Festival de Eurovisión 2024 ha rozado el desastre entre las protestas por la presencia de Israel y un clima irrespirable en la trastienda que se ha saldado con la descalificación del representante de Países Bajos y la UER desbordada. Una fiesta que se venía abajo aunque la contención de las delegaciones ha permitido que las actuaciones tuvieran un desarrollo aceptable, esquivando problemas mayores por la ausencia neerlandesa.
Ya en el desfile de banderas se temían expresiones que vinieran a enturbiar el ambiente aún más. La organización ha apretado y sólo hubo protestas sutiles como la indiferencia de la representante lusa, Iolanda. Portugal es uno de los países que estuvo a punto de marcharse de Malmö en la noche del viernes.
El abucheo a la canción israelí fue ensordecedor durante su interpretación. Eden Golan estaba mentalizada, según los vídeos compartidos por la delegación, y salió adelante con un Hurricane, un baladón potente y bien planteado si nos limitamos a lo musical, que estaba llamado a tener un gran apoyo en el televoto. Una victoria israelí en esta conflictiva noche sueca haría temblar los cimientos del festival.
En este año de guerras España se sumó con un ritmo de fiesta, con guasa irónica, a esta fiesta del Malmö Arena con un excelente despliegue técnico de la organización. Si nos quedamos con las dudas sobre qué pasaría si lleváramos a la canción del verano como pasó con Nochentera, el público del Benidorm Fest empujó así a Zorra, jaleada por el público internacional.
Volvió a sonar bien y Mery Bas tuvo algunos movimientos inseguros con el sofá. En compensación, el descaro y agilidad de sus bailarines. España se ha disparado en las casas de apuestas y roza el Top 5 tras haber estado en el 24º en esas estimaciones. Si alguien se queja de las cachas de César y de Iosu, al poco vimos que uno de los representantes finlandeses iba en tanga color carne. En este caso el No rules de Windows 95 Man era un número a lo chikilicuatre, como el estonio que sucedía en escena a los zorristas.
Para que la fiesta fuera en serio había que aguardar al suizo Nemo (que apareció con la bandera de los no binarios) y su vozarrón lírico de The Code entre equilibrios y luchas contra el plano inclinado.
Un montaje más sencillo y a la vez más espectacular que el del británico Ozzy Alexander. Su Dizzy sonó monótono entre tanto efectismo (a veces no son necesarios copar todos los recursos). Se hizo largo el turno de actuaciones. En general entre los 25 participantes hubo monotonía, aire cansino, nada más aparecer los gemeliers suecos que abrían los teomas.
O con la revisión del Antes muerta que sencilla de Grecia y la tiktokera Marina Satti, en línea con el étnico de Armenia, de dibujos animados. Temas actuales pero pesados, como el tecnopop de Alemania. Hubo demasiados temas pomposos y afectados. De ahí que surgieran impactos como el satánico irlandés de Bambie Thug, Doomsday Blue, con escenografía española. Una pesadilla subyugante. La italina Angelina Mango traía otro tema de empoderamiento, La noia, pero no ha deslumbrado como en San Remo. Y entraba en liza Francia, con Slimane. Otra gran voz en una melodía densa. Echamos de menos el Europapa neerlandés.
El momento más esperado era el de Croacia, llamada a ganar sin interferencias políticas, el koala Baby Lasagna, que en lugar de hacer un corral se independiza vendiendo su vaca con el divertido disparate Rin Tim Tagi Dim que a su vez es una crítica por la emigración juvenil. Es un himno llamado a ganar en esta noche donde la música hizo olvidar los problemas.
Uno de los tesoros de este festival ha sido la presentadora Petra Mede (muy suelta en español, gracias), con las canciones editadas en piedra rúnica. Que no falte el humor ni la evocación en el medio siglo de Waterloo (oh, el holograma de Abba desde Londres). Pero que no falte la reclamación por los derechos humanos. Algo habrá que hacer con Israel en Eurovisión, aunque el principal patrocinador sea de este país. La fiesta se nos enturbió. Quién sabe si esta fiesta se terminó. Esto sólo debió ser una fiesta.
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