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Hay un gran villano en 'El diablo viste de Prada' y no es Miranda Priestly

Habrá secuela

Al cabo de veinte años de su estreno habrá una segunda parte centrada en el personaje de Meryl Streep

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'La venganza viste de Prada'

Stanley Tucci y Meryl Streep en 'El diablo viste de Prada'. Detrás, Anne Hathaway, Andy, protagonista de la cinta de 2006
Francisco Andrés Gallardo - Jefe de sección de Vitally

17 de julio 2024 - 14:09

Si hay una película recurrente en las plataformas, uno de esos títulos que terminan eligiéndose cuando no hay nada más que convenza, es El diablo viste de Prada. La película dirigida por David Frankel (director de un puñado de episodios de Sexo en Nueva York) gusta, en general, a todo el mundo. Como Del revés o cualquier otra película de Pixar, Grease, En busca del Arca Perdida, o entre el público español, Manolito Gafotas o casi cualquier capítulo de Aquí no hay quien viva. Son títulos que se eligen a la desesperada cuando no se encuentra nada y siguen entre los más vistos de las plataformas por muchos estrenos que lleguen.

En el caso de El diablo viste de Prada a espectadores de todas las edades les gusta este cuento sobre los becarios, capaces de "aprender rápido y bien", como promete Andrea al llegar a la redacción de Runway. Un millón de chicas matarían por ese puesto de trabajo. En poco tiempo se aprende mucho y sobre todo se aprende a soportar y a sobrevivir. Es lo que el personaje de Anne Hathaway consigue ante la presión obsesiva y altanería de la directora y mandamás de la moda, Miranda Priestly, Meryl Streep en uno de esos personajes, en teoría simples, en los que está a sus anchas. Al cabo de veinte años regresará a la redacción de Runway para una demandada segunda parte. Con Andy como invitada a esa nueva historia en la que Miranda tiene que dar un nuevo rumbo profesional por el declive de la prensa de papel y recurre a su ex secretaria Emily, a cargo de nuevo por Emily Blunt, que dos decenios después está mejor posicionada en una firma de marketing para grandes marcas de moda.

La actriz Anne Hathaway en 2013. / Efe

Miranda es tan arrogante como brillante en sus observaciones. Es también insoportable, difícil de digerir en las distancias cortas. Es el "diablo" al que alude al título, pero exactamente no es la villana de la película como han detectado los admiradores de la película. La directora de Runway tienes sus objetivos y un lugar que defender. Por ejemplo ante la responsable de la revista europea y ante el editor del grupo, con quienes mantiene una relación profesional hipócrita. Una relación que termina siendo sincera e incluso leal, a su manera, con la propia Andy aunque ella se sienta un poco decepcionada con ese navajeo que termina afectando a quien a su vez le ha regalado mayor nobleza y lealtad en ese mundo cruel, Nigel (un Stanley Tucci siempre grandioso al que habrá que exigir que esté en esa segunda parte).

Mery Streep como Miranda Priestly en 'El diablo viste de Prada'

Si bien Miranda es indiscutiblemente peligrosa por sus exigencias y el desprecio a la inteligencia del resto de la Humanidad, tiene reconocimientos a quienes hacen bien su trabajo: a Nigel, aunque para ella sea una pieza de su ajedrez y a Andy cuando se pone las pilas gracias a esa persona que tan bien le conoce como su escudero.

Todo joven que entra en una emperesa como meritorio y aprendiz debe ver con atención El diablo viste de Prada. Cuando el personaje de Hathaway se ríe del parecido de los cinturones recibe una de las grandes broncas de la historia del cine cuando Priestly le hace ver su ignorancia y todo lo que supone ese en apariencia mundo superficial de la moda. Todo eso mientras Streep no levanta la voz. Sólo con el menosprecio de su personaje cualquier mortal sabe que está recibiendo el peor de los látigos: la conciencia de su propia ineptitud o desconocimiento.

Por eso la jefa de Andy es una mujer despiadada e inhumana, no soporta la mediocridad, pero nunca puede considerarse una villana. Incluso cuando tiene que tejer en París una red de autodefensa lo hace por el bien de ella misma pero también de su revista, de sus criaturas y de todos los valores surgidos de su respaldo y que no serían nada sin ella.

El verdadero villano de la película de Runway es quien convive con Andy. Quien se opone a que prospere y que progrese, quien no quiere que encuentre una vocación y un futuro. Efectivamente, el malo de la película es el novio de Andrea, del personaje de Hatthaway. El auténtico villano de El d ablo viste de Prada es Nate, a cargo del greñudo Adrian Grenier. En cada uno de los diálogos se jacta de minusvalorar a su pareja y de su elección profesional.

Andy y Nate, la pareja de 'El diablo viste de Prada'

Él no pasa de pinche de cocina que hace reducciones de Oporto, a saber qué mierdas de salsas perpetrará, pero además se empeña en que su novia le acompañe por su mundo gris entre cacerolas. No quiere que vea el brillo de un mundo reconfortante. Incluso, dice, desesaría que su pareja hiciera striptease en un club de cuñados mientras lo hiciera con integridad. Ahí tenemos a otro Escassi. Esforzarse y sobrevivir en un mundo de tiburones para alcanzar su sueño como periodista (al fin y al cabo es "sólo un año de permanencia", como se mentaliza Andy) el noviete no lo valora en ningún momento.

Andy y Nate viven en un mugriento apartamento en algún barrio apartado de Nueva York (donde el chófer de la empresa debe pegarse una buena ruta y por donde sirven bagels con mucha cebolla en las mañanas gélidas para tomar el Metro). Una oscura casa donde el reputado chef cocina en sartenes inmundas unos quemados sandwiches de queso de los que recrimina el precio a su novia, a quien también le echa en cara lo caras que están las fresas. El novio, enfadado también con la cuchilla de afeitar, es de estos tipos que se ven obligados a echarle en cara a la novia cualquier detalle. Sólo hay un margen de reconocimiento a Andy: cuando se excita con las prendas de lujo que ella se pone. Por no reconocer nada de su pareja ni del resto del orbe femenino, en los bolsos de las damas sólo "tienes que meter tu porquería". Tiene además una amiga galerista que tampoco le pasa ni una a Andy aunque está encantada cuando le pasa un bolso exclusivo de Mark Jacobs.

Nate no tiene la paciencia del padre de Andy con el trabajo de ella y en realidad sólo la quiere ver fracasar, rindiéndose. Ella al menos no se marcha a Boston cuando le promete que le seguirá haciendo esos sandwiches birriosos de queso noruego de los que presume.

El novio y la amiga del novio de Andy en 'El diablo viste de Prada'

Andy termina la historia escapando de todo el mundo tóxico de la empresa de Runway y de esa pareja que no le deja crecer. Está mejor sola, recorriendo sonriente las calles de Nueva York donde nadie le importa a nadie. Ha encontrado un oficio tranquilo en un periódico provinciano de la Gran Manzana, con los temas menores y pretenciosos con que comenzó de estudiante. Allí, donde la valoran, tendrá su cobijo para empezar de nuevo, mientras la pelota de Emily seguirá soportando a Miranda.

No, la protagonista de El diablo viste de Prada no tiene suerte con los hombres salvo que sean como Nigel. Su belleza y candidez, aunque sea "una gorda y lista", como la define su jefa, son reclamos para depredadores como el cronista engreído de Christian Thompson, que interpreta el australiano Simon Baker. Demasiado chulo, demasiado guaperas. Demasiado cretino. Su villanía está por encima de la del novio, pensando solo en beneficiarse de la becaria. Andy le pone en su sitio tras su revolcón parisino y se despierta del modo romántico en el que él, un traidor contra Miranda, le ha embaucado. Una aparición secundaria en El diablo viste de Prada 2 sólo remarcaría el grado de cinismo del personaje de Baker.

El personaje de Meryl Streep y la ayudante encarnada por Emily Blunt centran esa segunda parte. Miranda volverá a demostrar que no tiene alma, tiene agallas, pero no es tan mediocre como para ser una malvado o una vengativa. Ni siquiera una rencorosa. Si se es la mujer que controla el mundo de la moda mordiéndose los labios, con una mirada suya basta.

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