Francisco Andrés Gallardo

'La Revuelta' y su declive, tanto ruido, rencor y Belén Esteban en TVE, para tan poco

El programa de La 1 va menguando semana a semana en audiencia mientras 'El Hormiguero', el programa al que se quería "barrer", se afianza en número de espectadores

A 'La Revuelta' de David Broncano se le atraganta todo: Pablo Motos, la Champions, las tentaciones...

El problema de 'La Revuelta' si las redes atacan a los invitados como Aitana Ocaña

María Patiño y Belén Esteban, invitadas de este jueves de 'La Revuelta' de David Broncano
María Patiño y Belén Esteban, invitadas de este jueves de 'La Revuelta' de David Broncano / RTVE

Belén Esteban y María Patiño se han convertido en emblemas de la cadena pública. Es complicado descifrar que ambas sean consideradas con tal carácter. El actual presidente de RTVE, José Pablo López, arropado por medios afines al Gobierno y una oleada viral dócil y fascinada, piensa firmemente que todo el universo de Sálvame, tan barato como dudoso durante años en Telecinco, cuenta con una calidad e interés que sólo ellos ven. A partir de mañana, con cabalgata multitudinaria y ruidosa incluida, La familia de la tele toma posesión de las tardes de La 1. RTVE, entre unos y otros, se ha ido despeñando, con déficit muy doloroso para la gente, desde que en 1991 tuvo que enfrentarse a las cadenas privadas.

Estas decisiones expeditivas e interesadas, con cortoplacismo efectista e intenciones secundarias, de José Pablo López (puesto precisamente ahí por la Moncloa por estas ocurrencias), deterioran aún más rápidamente la consideración y el respeto de una corporación tan costosa como TVE. Y hay que reconocer que a lo que estamos asistiendo no es alejado de lo que, a su manera, el PP consintió en Torrespaña y Prado del Rey (qué épocas tan siniestras las de José Antonio Sánchez) y sigue haciendo ahora mismo en las autonómicas de su ‘propiedad’ como las de Madrid o Andalucía.

Como las cadenas públicas en España solo funcionan para agradar a los suyos, a los de cada uno, como ya vemos a diario, el resultado es que nunca van a ser las preferentes en el mando y la opinión pública, por muchas excusas que quieran dar sus dirigentes, sacando solo las cifras de audiencia que les conviene.

Y, decíamos, solo esta Moncloa actual, que pone velas a dioses y diablos, que cambia de opinión tan volublemente como todo lo que permita sujetarse al poder, puede considerar que Sálvame sea servicio público.

Como invitada este jueves Belén Esteban fue seguida por 1,3 millones de espectadores, 10,3%, en ese mismo programa que en septiembre se presentaba como lo más fresco e innovador que habían visto los siglos. Lo nunca visto. La televisión de los que no ven televisión, de los que presumían no ver la televisión. Es decir, La Revuelta de David Broncano.

El programa nocturno de La 1 ya sabe qué es anotar por debajo de los dígitos cuando en septiembre “estaba a esto de barrer a Pablo Motos”, como dijo en voz alta Najwa Nimri, midiendo con sus falanges, en nombre de todos los que odian que una cadena privada, Antena 3, sea la más vista y que, en especial, lidere en su franja El Hormiguero.

El fichaje de Broncano por TVE tenía ese objetivo. Esa misión dictada por el entorno de Pedro Sánchez, que habían detectado “fascistas” críticos a los que había que eliminar, delirios de pueblo elegido.

Esta determinación de atacar a Pablo Motos trajo hace un año la crisis más patética vivida en un consejo de administración de RTVE desde 1979. La entonces presidenta interina, Elena Sánchez, cesaba a su director de contenidos, el posterior presidente José Pablo López, ante su obstinación monclovita de incorporar La Resistencia de Movistar Plus + en las noches de La 1. En la misma reunión el consejo, con votos del PP, a su vez cesaba a Elena Sánchez. La siguiente presidenta interina días después, Concepción Cascajosa, daba vía libre al exigido fichaje presidencial de Broncano, de su equipo y su productora (El Terrat y la personal del cómico jiennense) por 28 millones de euros por dos temporadas, 320 entregas, 87.000 euros por noche en un formato que se desarrolla en el espacio fijo de un teatro.

Con ocho meses en antena, después de que se dijera que cada día “hacía historia de la televisión”, cuando TVE lleva décadas eludiendo la responsabilidad y calidad proporcional que obliga su alto presupuesto, el juvenil La Revuelta es ya solo un ruidoso sonajero, bro, que innecesariamente le quitó minutos y prestigio al Telediario 2 y después le quita oportunidades de lucirse a los programas y series del prime time de La 1, extendiéndose más allá de las once y cuarto de la noche. Porque en principio iba a acabar bastante antes de la once. Las cábalas horarias no le funcionan a José Pablo López, premiado por pujar con insistencia por Broncano.

Con la coartada de incluir a científicos, personajes con valores y funcionarios valiosos (nada lejos de lo que han hecho escondidos espacios de RTVE durante siglos), La Revuelta decae. Y lo hace a ritmo constante cada semana. Ya está bien lejos de cumplir su malicioso empeño de “barrer a El Hormiguero”. Cuando la audiencia empezaba a marcharse Broncano se inventó lo de la berrea, un gesto que confirmaba las malas intenciones, arrastrando así a otros rostros de la cadena pública, dañando aún más el aprecio y consideración a RTVE. Una pataleta desde La Revuelta por no hacer bien su propio trabajo (y el trabajo deja que desear a diario como observa la audiencia). La entrevista de Broncano en The Times, donde lo santificaban sin contrastar, fue sencillamente ridícula. A los medios británicos todo lo que sea ir en contra de la realidad de España y convertirnos en un país problemático les mola mucho.

A 87.000 euros cada día, a todos los implicados que querían hundir a Pablo Motos por criticar a Pedro Sánchez sólo les consuela ya el dinero que se embolsan de un programa que indaga entre sus invitadas cuántas relaciones sexuales han tenido, qué guay. En cambio, ¿qué pasaría en las redes si mañana un programa de Antena 3 hace esa pregunta?

El pasado martes La Revuelta ha anotado ya su mínimo por debajo de los dos dígitos, 1.253.000, 9,8%. La competencia en Antena 3 se marchaba esa noche a 1,8 millones de espectadores, 14,1%. El jueves frente a los 1,3 millones de Belén Esteban, y su 10,3% de cuota, El Hormiguero registraba por su parte 2,1 millones, 16,6%, más de 6 puntos de diferencia. Para las cosultoras y medios que se sacaron de la manga lo de la “estrica coincidencia” para acreditar victorias forzadas a Broncano, hace ya meses que no sacan estas mediciones. Ahora ya no interesa comparar. Pablo Motos puede caer mejor o peor, claro que sí, todos somos libres de criticar y podemos elegir libremente qué hacer en nuestra casa, todavía, pero promover todo este acoso a El Hormiguero solo ha servido para reforzarlo.

La intención durante estos meses, con especial agresividad en las redes y en los medios favorables a la Moncloa y sus socios, ha sido la de desprestigiar a toda costa el programa de Antena 3, diciendo que era antiguo, ensalzando a La Revuelta con virtudes exageradas y un interesado premio Ondas prematuro que sólo ha servido para devaluar estos galardones.

En poco tiempo se ha dado la razón al sentido común: David Broncano no aporta tanta calidad ni originalidad como se pregonaba en el mercado. Y gritan mucho. Ha ido bajando desde el primer mes y el declive va a ser agudo aunque no tanto como el de Jesús Cintora en La 2, que con toda justicia al cabo de dos semanas Malas lenguas ya está por debajo del 2,5%. Es insufrible su agenda política paralela.

El telecinqueo, atajo tomado por el actual presidente de RTVE, José Pablo López, y su consejo cautivo y armado (de pasta), es lamentable. Pasará factura a RTVE de una manera aún más acusada que en las etapas donde el PP controlaba Torrespaña y Prado del Rey con su habitual censura y clientelismo. De esas decisiones políticas la gran perjudicada es la propia televisión pública en general.

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