Fermín Bohórquez Escribano sale a hombros de su hijo en El Puerto

El joven rejoneador, que cortó dos orejas, fue el triunfador de un festejo en el que El Cid obtuvo un trofeo mientras que a Enrique Ponce el palco le negó el pañuelo

El rejoneador y ganadero Fermín Bohórquez Escribano, sacado por su hijo a hombros de la Plaza Real.
El rejoneador y ganadero Fermín Bohórquez Escribano, sacado por su hijo a hombros de la Plaza Real.
Francisco Orgambides / El Puerto

07 de agosto 2011 - 01:00

GANADERÍA: Dos toros de Bohórquez -primero y cuarto- para rejones, con peso. El primero fue noble y manejable y el segundo sobresalió con motor y muy buen juego, siendo ovacionado. Cuatro toros de Torrestrella, bien presentados, aunque solamente destacó el tercero de la suelta. REJONEADOR: Fermín Bohórquez Escribano, de corto con guayabera azul, rejón (VUELTA TRAS PETICIÓN) y rejón empujando (DOS OREJAS). MATADORES: ENRIQUE PONCE, salmón y oro, metisaca bajo, pinchazo y estocada (SILENCIO) y bajonazo (VUELTA TRAS PETICIÓN). El Cid, de sangre y azabache, estocada desprendida (OREJA) y metisaca, dos pinchazos y estocada (OVACIÓN). SOBRESALIENTE DE ESPADA: Saleri, de aguamarina y oro, no intervino en la lidia. INCIDENCIAS: Festejo celebrado la noche del viernes. Un cuarto de plaza en noche agradable. Saludaron tras parear los hermanos Tejero en el segundo; El Boni en el tercero y puso un gran par Alcalareño en el sexto. Bregó muy bien El Boni. La Banda Maestro Dueñas fue ovacionada en el quinto.

Bonito homenaje a Fermín Bohórquez Escribano, uno de los decanos del toreo con una larga trayectoria como rejoneador, ganadero y uno de los decanos del planeta taurino.

A caballo, de corto, con su clásico sombrero de ala ancha, se hizo presente en el ruedo entre ovaciones para recibir el homenaje de la empresa Serolo y del Ayuntamiento anfitrión, que formularon Carlos Rodríguez y el alcalde Enrique Moresco con cariñosas palabras de reconocimiento. Ofició de presentador Bertín Osborne, en tono de desenfado pero igualmente cariñoso, y no olvidó a la estupenda familia que ha formado con Mercedes Domecq, ovacionada por el público al ser nombrada.

Fue el prólogo de un festejo en cuyo epílogo Bohórquez Escribano recibió una muestra de cariño importante: su hijo -Fermincito para todos- se había ganado la puerta grande pero renunció a ella para sacar a hombros a su padre, en un emotivo gesto. Bohórquez Escribano ha abierto muchas puertas grandes por todo el toreo, pero sin duda la de la noche de su homenaje ha sido muy especial. La terna de dedicó sus primeros brindis.

El ganadero echó dos buenos toros para rejones: el primero noble aunque con poca transmisión y el segundo con el motor, la raza y el interés de los murubes de esta casa. Ante su primero Fermincito toreó serio, con disciplina y pulcritud. Se le pidió una oreja que el presidente no concedió, pero se desquitó con el buen cuarto toro: pronto a los cites, con motor y prestando el mejor soporte a las maneras del jerezano. Bohórquez Domecq ligó una gran actuación, espectacular en los cites, arrimándose en los embroques, reunido en la suerte y caballero en la plaza. Mató certeramente y asomaron los dos pañuelos.

No tuvo lo que se dice un buen lote Ponce con sus torrestrellas. Su primero salió listo del puyazo, se quedó corto desde el inicio del trasteo y se vino abajo, cerrándose en tablas. Su segundo fue toro complicado, con el adecuado nombre de "Mala uva", que iba a media altura y cabeceando y al que Ponce hizo tragar a base de ponerle la muleta y perseverar. La pena fue la espada, mal colocada, con el toro con la cara baja.

El Cid si que tuvo recompensa con su buen primero, el mejor de la lidia ordinaria, muy bien con el capote, aprovechó las embestidas tanto por el pitón derecho como por el izquierdo, subrayando el trasteo el toro prestando interés y juego.

Sufrió El Cid una voltereta en el saludo capotero a su segundo, un toro que arreaba con peligro y que bregó El Boni con oficio por delante. Aquello malos modos no amilanaron al Cid . Toro y torero tuvieron genio en la muleta y el de Salteras echó lo que se dice "la peoná", peleón y sin volver la cara. Importante ovación para una labor decidida y profesional.

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