La tauromaquia de José Luis Galicia
Cultura y Toros
El libro 'Toroafición', compilación del artista madrileño con la Fiesta como eje, contiene parte de su legado, principalmente en las manifestaciones de pintura y poesía
El libro Toroafición, que acaba de ver la luz, recoge material del artista madrileño José Luis Galicia, quien a sus 88 años continúa con un espíritu juvenil envidiable aportando obras a la tauromaquia como pintor, escultor –se inició con Ángel Ferrant–, grabador y poeta. Amigo de Picasso -al que conoció en 1951 en París-, fue decisivo para que el Guernica regresara a España.
En la obra, editada por Ediciones Temple, aparecen testimonios de su pasión por los toros, a los que se aficionó a través de su tío, el poeta León Felipe, quien llevaba a espectáculos taurinos al pequeño José Luis desde que tenía cinco años. Ello fue decisivo para que la figura del torero esté omnipresente en su obra; así como el toro, emblema de libertad y bravura y, por supuesto, inspiración perpetua de míticos artistas de la civilización mediterránea.
La médula pictórica de su tauromaquia se remonta a la esencia de ese toro que hace más de 15.000 años pintaron en la cueva francesa de Lascaux –la Capilla Sixtina de la prehistoria– y de la que dijo Picasso: “Nada se ha hecho mejor desde entonces”. Junto al toro, el toreo –al que considera el octavo arte–, ha marcado su vida. Sus tauromaquias y obras pictóricas, desde el óleo a la litografía, en lo referente al toro suelen estar marcadas por su influencia picassiana y tonos luminosos; con un cierto halo lírico porque, no olvidemos y en este libro queda patente, Galicia es poeta (en 1969 publicó Poesías).
En el libro, además de artículos propios y poemas, entre las múltiples opiniones se recoge la de otro poeta, el magnífico José Hierro, quien en su día escribió: “Cuando Galicia pinta es como si quisiera expresar la armonía del mundo, su orden, su sosiego, su gozosa belleza”.
Según ha transcurrido su existencia, su obsesión por la figura del torero –dentro de sus lazos familiares, primo suyo fue el maestro Carlos Arruza– es tan elocuente como la pasión que siente por Picasso, al que conoció en un homenaje que se rendía al ya fallecido Paul Eluard cuando el artista madrileño contaba 21 años, frecuentando su taller, donde hablaban de arte, de España y, por supuesto ¡de toros! Por ello, explica: “Siempre sentí admiración por los toreros, como por los pintores, tienen algo mágico, como mágico es el artista al crear, que da vida espiritual a algo que solo es materia inerte. Así unas chicuelinas son la gracia eterna del momento fugaz, contra la nada que es la muerte material. Por eso me gusta fundamentalmente pintar cuadros de toros. El pintar un cuadro tiene siempre mucho de faena torera, si quieres hacer algo, hay que arriesgar constantemente y entrar siempre por derecha y volcándose y que Dios reparta suerte...”.
Pintor con alma de torero y reconocido aficionado, Galicia, dentro de sus observancias exige citar con buena colocación y la muleta planchada, como se dice en el argot. De hecho, en uno de sus aforismos, afirma: “Una muleta tersa es como una cara tersa. Eso de que la arruga es bella está bien para vender trajes mal confeccionados”. Y como torero piensa y siente en su obra. Porque si Manuel Machado nos dijo aquello de “...y antes que un tal poeta, mi deseo primero hubiera sido ser un buen banderillero”, José Luis Galicia asegura: “¿Qué gran pintor español no hubiese cambiado su mejor obra por una gran faena ante un toro?”.
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