Antoñito Molina: de cantar para 60 personas a salir por la puerta grande del Coso de los Califas

Música

Antoñito Molina, en la Plaza de Toros de Los Califas / Miguel Ángel Salas

En apenas un par de años Antoñito Molina ha pasado de dar conciertos para 60 personas en Córdoba a llenar la Plaza de Toros de los Califas.

El roteño a sus 34 años vive un dulce momento profesional y disfruta cosechando los frutos de más de media vida dedicado a la música. No obstante, Molina, que ha cumplido un sueño haciendo parada en Córdoba con su Club de los Soñadores Tour, puntualiza: "Soy más compositor que cantante. Cuando era niño me gustaba cantar, pero después descubrí lo de componer y me di cuenta de que podría vivir sin cantar saludablemente pero sin componer, no. Lo de componer es algo que está dentro de mi salud emocional y de mi vida y no me imagino si hacer una canción nueva".

En una industria que se balancea a medio camino entre la fusión y los puristas, asegura: "No me gustan las etiquetas ni musicales ni en ningún ámbito de la vida. Eso provoca que a algunas personas les de vergüenza hacer cosas y atreverse". No obstante, se autodefine sin dudar: "Yo me considero un cantautor con un tintazo de Cádiz que no veas porque soy de Rota y me encanta el Carnaval. Hago pop andaluz".

El popero andaluz por antonomasia ponía en pie el pasado viernes a la Plaza de Toros de Córdoba, y puntualizaba: "Ser popero andaluz es lo que en Madrid dirían que es un flamenquito. Mis canciones tienen estructura de pop, utilizo elementos musicales de la producción pop aunque a veces con protagonismo de la guitarra flamenca que le da el punto sureño. Mi voz y mi manera de escribir canciones y de contar las cosas es muy andaluza".

De sobra está decir que el suyo no ha sido un camino de rosas, sino una carrera de fondo con vaivenes de todos los colores. "El éxito me llegó con 17 años con El tren de los sueños y yo no sabía lo que era nada. De repente a los 22 me encontré sin nada y a los 25 volví a tener éxito con El tren de los sueños y con una nueva formación. De nuevo me encontré con las manos vacías. Así que cogí mi guitarra y comencé como solista y me fui muy bien. Fui telonero de Vanesa Martín, Manuel Carrasco y de un montón de gente... y al año siguiente otra vez nada. En el momento en que estoy ahora mismo nunca he estado antes en mi vida porque siento que es muy real todo. Y mi máxima preocupación es cuidar cada detalle. No tengo prisa por nada y ya no hago cosas que estaría bien hacer y luego derivan en efectos secundarios que no quiero volver a tener", narra en un rápido paseo por su biografía.

Hace gala de una madurez adorablemente pasmosa y no se deja impresionar por los premios y prebendas de la industria musical, que viene y van: "La industria de la música tiene sus cosas buenas y malas, pero lo que no fallan son las canciones".

Antoñito Molina ha cumplido un sueño de actuar para miles de fans en Córdoba / Miguel Ángel Salas

Guardián de las musas

El éxito también es para él una moneda de doble cara. Sus efectos secundarios positivos consisten en "ver a tu familia emocionarse cuando el público canta tus canciones o que tus amigos se vayan de viaje y te llamen diciendo que han escuchado tus temas en varios sitios. También implica trabajar en buenas condiciones, estar cómodo y poder llevar a tu familia a un sitio bonito y darle gloria".

¿La parte menos atractiva? "Me cuesta mucho decir que no a compromisos y promociones. No puedo dormir tres horas durante 23 días seguidos porque el cuerpo acaba colapsando. Lo peor que llevo es no poder atender a todo el mundo ¡qué a mí me encantaría! Pero ahora estoy yendo a terapia y es mágico".

Así pues, y consciente de que su popularidad crece por días, se mantiene fiel a sus principios: "La cercanía con mi público, al igual que el amor a mi madre no habrá nunca nadie ni nada que lo pueda destruir", asegura Antoñito Molina.

Igualmente, parece haber encontrado la fórmula para contar con el favor del público: "A esa comunión con el público se llega siendo real, sincero y contándoles cómo estás. Hay mucha gente que canta bien pero el secreto está en las canciones. Cuando una canción le llega al corazón a la gente, eso no lo puede parar nada". Y humildemente apunta: "Yo no pretendo que el público salga pensando que soy el que mejor canta sino que salga inspirado y decidido a cumplir sueños. Por que yo lo hice y a mí me funcionó".

En contra de la mística que se le presupone a un artista sus grandes letras nacen del día a día de un hombre normal en un entorno de lo más cotidiano: "Mis canciones están llenas de frases dedicada a mi familia entera. Lo que más me inspira es mi familia y mis recuerdos con mi familia".

El de Rota sonríe con la mirada, siempre, sin dar cabida a la mínima impostura: "La gente no sólo se enamora de tus canciones, sino también de tu manera de ser. Cada artista debe tener su verdad, que se desprende de una coherencia entre tus canciones y tu forma de vida".

El presidente de El Club de los Soñadores va tachando poco a poco líneas en su lista de anhelos, sin perder de vista el principio picassiano del hallazgo en la constancia: "Yo sigo haciendo lo mismo que hace tres, siete u once años. Lo que ocurre es que la magia de la vida ha provocado en mí un momento de madurez que me llevado a escribir unas canciones que la gente esta vez sí que ha entendido"

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