La casa de Córdoba que alberga su propio Museo del Papel
Turismo
Se trata de La Casa Andalusí, en la que destaca su Sala del Mosaico y una importante colección de monedas
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La impresionante joya del Barroco cordobés que se esconde en la sierra
En la calle Judíos, 12, de Córdoba se esconde un auténtico vergel, La Casa Andalusí. A través del recorrido por esta casa el visitante conocerá cómo era la relación entre el espacio público, la calle, y el espacio privado en la sociedad hispano/musulmana.
Su zaguán, espacio neutral, de transición, era un lugar perfecto para esperar al dueño de la casa sin penetrar en su intimidad.
De ahí se pasa al patio porticado, presidido por una fuente y con un pozo en uno de los laterales. Este patio ejerce de distribuidor de paso al resto del edificio. Siguiendo la tradición árabe el patio representa el propio oasis en el interior del hogar, un canto a la vegetación al rumor del agua y al frescor en los meses más tórridos del año.
Otro de los elementos destacables de esta casa museo -muy próxima a la muralla de la Medina, en su lienzo Oeste a intramuros- es que aún tiene el adarve interno propio de las casas de la calle Judíos y que las separaba de la muralla.
Vestigios de la historia de un pueblo
La Casa Andalusí también alberga El Museo del Papel. Y es que la fabricación del papel en la Córdoba califal merece una parada durante el recorrido. Aquí es posible observar los elementos que habitualmente se empleaban en su elaboración: desde la preparación de la pasta de papel a partir de trapos hasta los últimos procesos de satinado de las hojas.
Para completar la experiencia se proyectan imágenes referentes a todo este proceso.
La numismática también fue determinante en la cultura árabe por lo que no es de extrañar que tenga una importante colección de monedas de oro, plata y bronce de los hitos de la presencia musulmana en Al-Ándalus.
La última parada para el visitante es la Sala del Mosaico, una pieza que añade esplendor a esta casa andalusí. Debajo de la casa hay una de la infinidad de galerías que pasan bajo los inmuebles y calle y que van más allí de las murallas de la ciudad. Su finalidad no estaba muy clara. Aunque todo apunta a que podría tratarse de un sistema de salida y entrada de personas y mercancías libre de controles.
Precisamente desde este pasadizo es posible alcanzar un espacio subterráneo lateral donde está integrado un mosaico tardorromano o bizantino con decoración geométrica. Su valor artístico se incrementa por la inmediata presencia de ladrillos visigodos con decoración a molde y cuya factura se estima entre los siglos VI y VII d.C. y que solían ser empleados en la construcción de edificios de carácter religioso.
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