El barrio de Córdoba que fue testigo de la gran historia de amor de Cristóbal Colón
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El genovés solía transitar los parajes de Santa María de Trassierra mientras esperaba el beneplácito de los Reyes Católicos para acometer su viaje a las Indias
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La historia de España y del mundo en general no sería la misma sin los encuentros, acuerdos y conversaciones que mantuvieron Cristóbal Colón y los Reyes Católicos en Córdoba. El almirante llegó a la ciudad en a comienzos 1486 para tratar de convencer a los monarcas de su ambicioso propósito de viajar a Asia por la ruta del oeste. Pero no sería hasta que se firmaran las decisivas capitulaciones de Santa Fe en 1492 cuando el genovés consiguiese convencerlos de acometer tan ardua empresa.
Durante esos años en nuestra tierra Colón no sólo entabló relaciones amorosas con Beatriz Enríquez de Harana, cuyo fruto sería el destacado intelectual Hernando Colón y Enríquez de Arana, sino que se recreó en disfrutar y conocer algunos de los emplazamientos más bellos.
Al parecer, el genovés era un enamorado de la actual barriada de Santa María de Trassierra, que se convirtió en su particular locus amoenus. En concreto se dice que solía recorrer lo que posteriormente se bautizarían como los Baños de Popea, un tramo natural de pequeñas cascadas y saltos de agua que se alternan con remansos pequeños en torno al curso del Aroyo Molino, muy próximo a la desembocadura del río Guadiato. Apenas dos kilómetros separan este oasis natural de Trassierra.
En efecto, su actual denominación no viene de la época de Colón sino que se debe a los poetas cordobeses del Grupo Cántico, que hicieron de esta remanso de paz uno de sus lugares predilectos de reunión. Concretamente serían Pablo García Baena, Juan Bernier y Ricardo Molina quienes durante uno de sus paseos atisbaron a unas chicas bañándose en el arroyo y Molina exclamó: "Mirad, como Popea en el baño", en clara lírica alusión a la emperatriz romana Popea Sabina. Según reza la leyenda popular, las muchachas comentaron la anécdota a los vecinos de Trassierra y desde entonces el enclave se conoce como Baños de Popea.()
Tras los pasos del conquistador
En las inmediaciones el caminante encuentra vestigios de molinos de época árabe. Entre ellos, el más importante es el Molino del Molinillo. Éstos, que estaban diseminados por las márgenes del río Guadalquivir, facilitaban la fabricación de importantes cantidades de harina que tenían como destino la Córdoba califal (siglo X). Igualmente, se avistan en la zona restos de calzada romana y de lo que en tiempos fue un acueducto.
A tan sólo unos metros, y aunque por razones obvias derivadas de la sequía no está en su punto máximo de caudal como seguramente estaría en tiempos de Colón, merece la pena detenerse en el Arroyo Bejarano. El Consejo de Ministros declaró el arroyo Bejarano como Reserva Natural Fluvial (RNF) el 20 de noviembre de 2015. Su seña de identidad es el bosque en galería en las riberas y el de quercíneas en las zonas adyacentes.
Así pues, la zona por la que solía perderse el descubridor no sólo esconde auténticos tesoros patrimoniales sino que destaca por su valor medioambiental y su valiosa fauna. No es difícil encontrar aves como el búho, la lechuza y el ruiseñor; mamíferos (liebres, ciervos, nutrias, tejones, zorros, lirones o jabalíes). Los amantes de los animales pueden recrearse en la observación de reptiles (lagartijas, gallipatos o varios tipos de culebras) y anfibios (variedad de sapos, salamandras o ranitas meridionales).
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