La Real Colegiata de San Hipólito de Córdoba, la última morada de los monarcas castellanos
Cultura
Alberga los restos de Fernando IV 'El Emplazado' y Alfonso XI 'El Justiciero', quien la mandó construir para conmemorar su victoria en la Batalla del Salado
Cada día la Plaza de San Ignacio de Loyola se llena de público en busca de buena gastronomía, ocio y relax en los veladores de los bares que la circundan.
Lo que muchos no saben es que la imponente fachada que tienen en frente da paso al santuario donde descansan los restos de los monarcas castellanos Fernando IV 'El Emplazado' y Alfonso XI 'El Justiciero', padre e hijo, respectivamente. Hasta su presbiterio fueron trasladados en 1728, procedentes de la Mezquita-Catedral
Alfonso XI, en 1343 funda la primitiva iglesia como parte de un monasterio -que creó en agradecimiento por su victoria en la Batalla del Salado- y panteón real. Pero no sería hasta años más tardes cuando Clemente VI la nombraría Real Colegiata (1347).
La Real Colegiata de San Hipólito de Córdoba está ubicada entre la Avenida del Gran Capitán y las calles Menéndez Pelayo, Alonso Aguilar y la Plaza de San Ignacio de Loyola. Comenzó a construirse en el siglo XIV pero no sería hasta el XVIII (1726) cuando culminaría la edificación del templo.
En su conjunto destacan la iglesia y el patio. En la portada principal tiene un papel protagonista la imagen de San Hipólito, ubicada dentro de una hornacina. La elección del santo no es arbitraria, pues el día de San Hipólito coincidía con el cumpleaños de Alfonso XI.
La importancia de esta portada radica en que es la primera construcción cordobesa en utilizar el estípite -pilastra en forma de pirámide truncada, con la base menor hacia abajo- tan característico de la arquitectura del siglo XVIII.
Otra de las joyas del templo es el órgano, construido por Joseph Corbacho en 1735, y considerado uno de los más importantes de Andalucía. Se trata de un órgano de dos teclados, con una decoración a base de puntos característica de la zona cordobesa.
El largo periplo real
Mezcla y sucesión lógica de estilos artísticos, el templo se articula en una sola nave, que conserva su cabecera medieval de factura gótica.
A pesar de la intención de Alfonso X de Castilla de que la iglesia del cenobio original sirviera también de panteón real tuvieron que pasar cuatro siglos para que se cumpliera su voluntad. Así pues, padre e hijo, cuyos restos dormían el sueño eterno en la Capilla Real de la Mezquita-Catedral de Córdoba volvieron a reunirse en la eternidad.
Actualmente, en el tramo primero del Presbiterio, bajo sendos arcosolios, se encuentran los sepulcros que contienen sus restos mortales. El de Fernando IV de Castilla está ubicado en el lado del Evangelio, y el de su hijo, en el lado de la Epístola.(
Los restos de ambos están guardados en el interior de dos urnas de mármol rojo, provenientes del extinto monasterio de San Jerónimo Córdoba. Ambas fueron hechas 1846 por encargo de la Comisión de Monumentos.
)Antes de eso, los restos se encontraban ubicados en sendos ataúdes de madera en el Presbiterio de la Iglesia, que sólo podían contemplar los visitantes más distinguidos. Sobre cada uno de los sepulcros de se pueden observar sendos almohadones sobre los reposan una corona y un cetro, símbolos del poder real.
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