Las dos capillas de la Mezquita-Catedral de Córdoba que no pueden perderse los amantes de la literatura
Arte
Los restos de Luis de Góngora y del Inca Garcilaso duermen el sueño eterno en el monumento más emblemático de la ciudad
La Mezquita-Catedral de Córdoba alberga en su interior un total de siete capillas que simbolizan la evolución del antiguo oratorio musulmán hacia el el culto católico. Éstas se distribuyen por el perímetro del recinto en clara manifestación plástica de un proceso de sacralización que hubiera sido imposible sin el patronazgo de eclesiásticos y de los linajes nobiliarios locales.
Entre todas ellas hay dos que acumulan no pocas visitas de amantes de la literatura, bibliófilos y lectores empedernidos. Y es que en la Capilla de San Esteban y San Bartolomé reposan los restos de Luis de Góngora y Argote. Mientras que los del Inca Garcilaso están depositados en la Capilla de las Ánimas del Purgatorio.
En el caso de la Capilla de San Esteban y San Bartolomé se desconoce la fecha exacta de fundación. De lo único que hay certeza es de que su patronato se vincula, a partir de 1490, a la familia Góngora, cuyas armas están situadas en el lienzo de la cancela.
También hay un retablo que cobija el lienzo del Martirio de San Bartolomé, a la sazón una copia local del siglo XVII que se basa en el grabado que hizo José de Ribera para Enmanuelle Filiberto.
Al margen del valor artístico del lugar, los visitantes vienen atraídos por ser el enclave en el que se custodia la urna funeraria de nuestro máximo exponente del culteranismo y que llegó a ser canónigo de la Catedral de Córdoba.
Por su parte, la Capilla de las Ánimas del Purgatorio ejercen de última morada de otro famoso literato, el Inca Garcilaso, al que el Cabildo Catedral, con fecha de 29 de octubre de 1612, cedió este espacio para el establecimiento de su capilla y enterramiento.
No obstante, la conexión entre el escritor y la Catedral viene de antes, según recogen las fuentes documentales, que apuntan a su condición de sacristán.
Pinceladas de la biografía y obra literaria del autor rezan en dos inscripciones laterales. Desde el punto de vista artístico cabe destacar una talla de un Crucificado, contratado con Felipe Vázquez de Ureta, y de una reja, obra de Gaspar Martínez.
Además, está presidida por un retablo de Juan de Ortuño, que se articula en dos columnas, coronadas por un frontón partido donde hay un relieve del Padre Eterno. Sobre el fondo pictórico de Jerusalén, dispuesto por un lienzo relacionado con la producción de Melchor de los Reyes, se recorta la figura de Cristo.
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