Diez flamenquines que son una obra de arte y sólo podrás probar en Córdoba

La ciudad está llena de opciones que reinterpretan este delicioso clásico de la gastronomía local

Cinco experiencias dulces y únicas de las que disfrutar en Córdoba

Flamenquín de presa
Flamenquín de presa / Redes Restaurante Takún

Su autoría se la disputan la localidad de Bujalance y la propia capital, pero al margen de controversias, no hay un bocado más cordobés que el flamenquín. La fórmula más ortodoxa se compone de cinta de lomo de cerdo, jamón serrano o ibérico y un empanado a base de huevo, harina y pan rallado. El resto son variaciones y reinterpretaciones que tampoco desmerecen.

El restaurante Takún (Policía Local María de los Angeles García, 3) es famoso por sus platos de atún, pero hacen un flamenquín de presa con mayonesa de trufa para chuparse los dedos.

También es bastante distinto del tradicional el flamenquín de rabo de toro con salsa de chocolate y jugo de rabo de toro de Taberna La Viuda (San Basilio, 52).

El making of de este plato lo cuenta Paco Rosales, gerente del establecimiento: "Era una forma divertida de probar dos grandes platos de la cocina cordobesa sorprendiendo a aquellos que nos visitan. Este plato va acompañado de salsa de chocolate que da un plus original a esta elaboración. La salsa se debe a la influencia de la gastronomía cinegética, los cazadores cordobeses que venían de África traían cacao, y hacían salsas en sus platillos unidos a este ingrediente que no sólo sirve para endulzarnos, sino que le damos un valor añadido a otros platos como puede ser este ya que va unido mucho a su sabor. Ya hace años mi abuela hacia este tipo de salsa y la saboreo hoy como si fuera ayer".

Pero que nadie se alarme porque para los más clásicos también sirve flamenquín cordobés y quienes arriesguen en la mesa -pero no mucho- pueden optar por el flamenquín de queso de Taberna La Viuda.

Justa batalla le planta el que hace el chef Antonio Jiménez en Taberna La Montillana (San Álvaro, 8), donde las patatas naturales y recién fritas están casi tan buenas como el propio flamenquín.

Sin salir del centro de la capital, en Taberna Chico Medina (Historiador Díaz del Moral, 4) son legiones tanto de personajes famosos como de anónimos las que repiten una y otra vez con tal de probar el suyo.

Por su parte, al flamenquín de lomo y jamón ibérico de Casa Pepe de la Judería (Romero, 1) no se le puede poner una tacha. Su rebozado es crocante y uniforme y el interior tiene una factura perfecta.

Sin moderneces ni alaracas El Rincón de las Beatillas (Plaza de las Beatillas, 1) sirve decenas de ellos al día. Su barra se llena de estos rollos de carne, acompañados por patatas fritas en bastón y la siempre apetecible mahonesa, ya sean para comer allí mismo o con las mesas como último destino.

Igualmente, se ha ganado justa fama el que hacen en Misa de Doce (Al - Nasir, 23). Tanto en su agradable salón como en su amplia terraza con vistas a El Vial, siempre es un placer hincarle el diente.

Aunque si hay un decano que nunca defrauda es el de Bodegas Campos (Lineros, 32) con una guarnición sencilla en forma de patatas y pimentillos. Pero lo que le confiere ese punto de excelencia es el jamón ibérico que alberga ese interior y que le hace ganar enteros desde el primer contacto con el paladar.

La Cigala del Sur (Avda. Virgen de los Dolores, 10) está especializado en cocina tradicional y en la gastronomía local y su buque insignia de su carta son los flamenquines de la más variada índole, al margen del tradicional.

"Cuando visitas Córdoba hay que visitar la Mezquita y la Cigala". Es la frase que usa Valentín López, dueño del establecimiento para referirse a la fama de su negocio. Este restaurante comenzó a servir flamenquines gigantes allá por 1978 y ahora son todo un éxito. El tamaño sorprende a todos. Los normales presentan un gran tamaño y van relleno con ingredientes como carbonara, gambas o roquefort, entre muchos otros.

Mientras que los flamenquines XXL miden 80 centímetros y son de rabo de toro, de queso puro de oveja o el más solicitado, de jamón ibérico. Para freírlos se emplean freidoras de un metro de largas.

Otro de los atractivos de su oferta culinaria son los San Jacobos de 30 por 20 centímetros de pollo o cerdo.

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