El pasado más oscuro de la Plaza de La Corredera
Este emblemático lugar, que hoy en día alberga los veladores de numerosos establecimientos de restauración ubicados en sus soportales, tuvo también un papel destacado en la Inquisición
La imagen multicolor y bulliciosa de la única plaza cuadrangular de Andalucía no falta en el reportaje fotográfico de cualquier visitante que venga a Córdoba. Sin embargo, La Corredera -que se cree levantada sobre el antiguo Circo Romano de la ciudad- es mucho más que un lugar de encuentro de cordobeses y turistas que atestan los veladores de los numerosos establecimientos ubicados en sus soportales.
La actual construcción porticada data del siglo XVII (1683). Concretamente es un diseño del arquitecto Antonio Ramos Valdés -a instancias del corregidor Francisco Ronquillo Briceño- pero hay evidencias de que en el siglo XIV fue una plaza irregular.
El nombre le viene dado por otro de sus usos pretéritos, ya que acogió corridas de toros. También fue uno de los lugares destinados en Córdoba durante la Inquisición a los temidos autos de fe y ejecuciones. Según los datos existentes, la última ejecución llevada a cabo tuvo lugar en 1838. Un poco más tardía se celebró la última corrida de toros (1846). A partir de entonces la Fiesta Nacional se desplazó a la Plaza de Toros de Los Tejares.
Núcleo mercántil
Los dos edificios que actualmente destacan en la plaza son el Mercado de abastos de Sánchez Peña, construido por el cordobés Juan de Ochoa entre 1583 y 1586, y las Casas de Doña Ana Jacinto, que datan del siglo XVII.
El edificio que actualmente ocupa el mercado se construyó para ser cárcel y casa del corregidor, hasta que en 1835 se trasladó la prisión al Alcázar de los Reyes Cristianos.
También se convirtió en fábrica de sombreros por obra y gracia del empresario José Sánchez Peña, quien instaló la primera máquina de vapor de la ciudad. Y a partir de 1873 cuando se reconvirtió en mercado de abastos.
A comienzos del siglo XX el escritor Pio Baroja describió con maestría el ambiente mercantil y artesano que impregnaba cada rincón de la Plaza en su obra La feria de los discretos.
A finales de 1981 la Plaza de la Corredera recibió la declaración de Monumento Histórico-Artístico y fue sometida a un completo proceso de restauración que arrancó en 1986 y culminó en 2001.
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