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La primera vez que servidora se vistió de flamenca, con apenas un año y sin un pelo en el que colocar la flor, lo hizo con un traje de Lina. De color rosa y con unos pequeños pasacintas, aquel vestido me uniría para siempre a la moda flamenca. Ahora, aquella que vistió por primera vez (y por segunda, tercera, cuarta...) a muchas de las niñas sevillanas se nos va al cielo y deja un poco huérfana a la moda flamenca, que tanto le debe a Lina, Maestra de maestras. La diseñadora, que el pasado 2020 celebró el sesenta aniversario de su firma, deja un legado a la moda flamenca que es inimaginable.
Por eso, después de lucir sus trajes de flamenca, haber estado presente en muchos de sus desfiles (tuve la suerte de estar presente en la presentación de su última colección de trajes de flamenca) y haberme colado en su taller, ahora toca hacer balance de lo que Lina ha supuesto para la moda flamenca y darle el lugar que le corresponde a la diseñadora que hizo del traje de flamenca una auténtica obra de arte a los ojos del mundo. Toca rendir homenaje a la Maestra y hacer un balance de todo el legado que Lina deja a la moda flamenca.
Fundada en 1960 por Marcelina Fernández (Lina) y Francisco Montero los trajes de la firma Lina, de la que ahora son responsables Mila y Rocío Montero, los han lucido reinas, princesas, artistas y actrices y eso sólo lo consigue una grande, por eso hacemos un repaso a todo lo que la diseñadora ha supuesto para la moda flamenca.
Corría el año 1960 cuando Marcelina Fernández y Francisco Montero decidieron darse el sí, quiero, en el Sagrario de la Catedral. Apasionada de la moda, Lina se diseñó su propio vestido para tan especial ocasión. Como una especie de premonición, de aquella iniciativa vio la luz el primer taller del matrimonio. Ubicado en la calle Salado, en aquel rinconcito nació lo que hoy es todo un referente en la moda flamenca,
Creativos, revolucionarios, trabajadores y constantes, Lina y Francisco se convirtieron en el perfecto matrimonio flamenco. Ella y su aguja, el alma creativa; él y su curiosidad, el motor empresarial de un sueño.
Nada más comenzar su andadura, la firma ya se postuló como una revolución para el traje de flamenca. Acostumbrados a pegar los flecos al escote del vestido, Lina incorpora el mantoncillo y cierra la sisa de los vestidos. Pero esta no sería la única aportación que esta visionaria hiciera a la moda flamenca. Con motivo del rodaje de la película La Espuela, de Roberto Fandiño, Lina crea un tipo de traje enterizo en 1970.
A esta innovación le siguieron el escote alto y el talle a la cadera, que hasta 1988 se emplazaba en la cintura. Ambas aportaciones, no sólo siguen vigentes en la actualidad, sino que supusieron un sople de aire fresco a un traje vivo y en constante evolución. "Los trajes de flamenca están en constante evolución porque están muy vivos; se adaptan a las necesidades de las mujeres y a sus preferencias con independencia de las modas", nos contaba Mila Montero, directora ejecutiva de Lina 1960, durante una visita al taller de la firma.
Por eso cada colección es un reflejo de la novedad, la artesanía y la comodidad. "Nuestros diseños se elaboran uno a uno de forma artesanal, siempre buscando que el vestido resulte cómodo. Siempre buscamos que sean ligeros y que la mujer esté a gusto con él puesto. Es importante que ella sea la que lleve el traje, no el traje a ella", añade Rocío Montero, directora creativa de Lina 1960. Al igual que hiciera su madre, ellas apuestan por adaptarse a las necesidades reales de las mujeres.
A lo largo de la historia de la moda flamenca la firma se ha asentado como un referente. No sólo por sus aires innovadores, también por su calidad y proceso de elaboración. "En el taller realizamos uno a uno cada vestido. Primero se plasma el dibujo sobre un maniquí con una tela blanca, luego se elabora el patrón para posteriormente hilvanar y después coser", nos explicaba Rocío Montero en una vista a su taller.
Este minucioso proceso tiene como resultado final un traje de flamenca único. "No hacemos más de tres trajes iguales y cuando eso ocurre siempre avisamos a la clienta para que lo sepa. Más que la exclusividad, prima la artesanía, eso es lo que hace especiales nuestros trajes", añadía. Un plus que siempre ha hecho que los trajes de Lina tengan ese halo especial que tanto los caracteriza.
Sus diseños le han valido el reconocimiento internacional. Por eso, cuando una grande quería vestirse de flamenca, lo hacía luciendo un vestido de Lina. La primera en hacerlo fue Grace Kelly, princesa de Mónaco. Difícil olvidar aquel vestido blanco con tiras perforadas en rosa que la princesa lucía en la Feria de Abril de 1966. De aquel diseño han pasado más de 50 años pero a día de hoy sigue siendo uno de los iconos de la firma y completamente de moda en la actualidad.
Todavía no era reina pero ya tenía el estilo de toda una monarca. En 1968 la todavía princesa doña Sofía acudía al Real con otro de los emblemas de la firma. Un traje blanco con el lunar rojo que a día de hoy se sigue viendo sobre el albero al llegar abril. Tanto gustó a la monarca el diseño de Lina, que años más tarde vivió su primer Rocío con un vestido de la firma. De nuevo apostó por el blanco y rojo, aunque esta vez invirtiendo el orden.
A ambas princesas se sumaron artistas como Rocío Jurado, Pepa Flores (Marisol), Carmen Sevilla, Juanita Reina, Lola Flores o Isabel Pantoja. Además del vestido de novia de la tonadillera, Francisco Montero diseñó para ese día la invitación al enlace con Paquirri con un capote de torero. Esta invitación, junto con otras reliquias que el paso de los años han ido llevando hasta el taller, son historia de la moda flamenca en particular y de la moda en general.
Como detalles curiosos, en el taller de la firma, también hay un cuadro regalado por la Duquesa de Alba, fiel admiradora de la firma, las primeras tijeras que Francisco Montero regaló a Lina, las felicitaciones navideñas que la familia de Mónaco y la Casa Real Española enviaban cada Navidad o la carta de agradecimiento que John Galiano envió al taller después de su visita en 2006 son algunas de las reliquias que alberga el taller.
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