Crónica Personal

No todo es calma en el PSOE

Futuro. Infinidad de socialistas tienen pavor al futuro si continuara el sanchismo y miran de reojo lo ocurrido en Francia, Italia, Grecia...

Pedro Sánchez, en Sant Boi de Llobregat.

Pedro Sánchez, en Sant Boi de Llobregat. / Kike Rincón / EP

Si se acepta que el PSOE es el partido con sede en Ferraz y lidera Pedro Sánchez (lo que niegan muchos socialistas que no comulgan con el sanchismo), digamos entonces que el PSOE vive una profunda convulsión interna.

Eso no significa que se está planteando el relevo en la Secretaría General, o que hay un movimiento para ir soltando lastre a medida que se incrementan las políticas radicales que se identifican con las bolivarianas, o se acumulan las informaciones que apuntan que familiares de Sánchez podrían tener problemas judiciales por asuntos inexplicables, o turbios, que, en otros partidos, habrían provocado la indignación de miembros del PSOE y exigencias de que fueran investigados. El PSOE anterior a Sánchez con seguridad habría actuado con más prudencia antes de expresar apoyo incondicional e infinito a su líder. Hoy ese apoyo es incondicional, y es real, pero se advierten ya temores de futuro que, habitualmente, son los pasos previos a males mayores.

Hay un dato significativo. De la misma manera que al cuarto día de reflexión de Sánchez se asumió que tiraba la toalla y, envuelto en su situación de "enamoramiento profundo" de su mujer, dejaría la política para defenderla ante informaciones supuestamente perversas, una vez que anunció que seguía empezó a expandirse la idea entre numerosos socialistas de que todos habían sido partícipes de una gran obra de teatro que tenía como objetivo fortalecer en La Moncloa a un Sánchez que no atravesaba su mejor momento político ni personal.

El comité federal llevado a la irrelevancia

El comité federal se celebró en un clima que demostraba palpablemente el estado de ánimo del partido. Lo que percibieron los medios era que el tiempo de Sánchez en el Gobierno tenía los días contados. No asistió al comité porque continuaba reflexionando y todas las intervenciones fueron de apoyo al secretario general. Incluso García Page, que mantiene una actitud muy distante con el sanchismo, acudió a la reunión. Si alguien esperaba que se pronunciara en contra de las políticas de Sánchez, se llevó una decepción.

Otro dato muy significativo: el comité no aprobó las listas europeas. A los dos días, distintos socialistas recordaron que debía cumplirse lo que decían los estatutos... pero las listas se mantuvieron sin esa aprobación previa obligada. Por otra parte, no debía sorprender. Las listas las hicieron Sánchez y su equipo más cercano, Santos Cerdán y María Jesús Montero. Un equipo que con el tiempo ha ido perdiendo dirigentes de máximo peso orgánico, como Adriana Lastra o José Luis Ábalos. Por tensiones internas o, como en el caso del segundo, porque aparentemente Sánchez ha dado credibilidad a las informaciones sobre operaciones supuestamente delictivas del ex ministro y ex secretario de organización del partido, y ha sido expulsado de militancia sin esperar las decisiones de los jueces. En la elaboración de las listas ha tenido también papel importante el hombre al que Sánchez confía hoy todas sus decisiones políticas, Félix Bolaños. De hecho, aquella tarde de sábado, el ministro de Justicia estuvo reunido horas con el presidente del Gobierno.

La cuestión de las listas ha tenido un coste importante para Sánchez. El secretario general del PSOE aragonés, Javier Lambán, ex presidente regional y que es consciente de que Sánchez pretende relevarlo por Pilar Alegría, no ocultó su malestar por el hecho de que se le hayan impuesto desde Ferraz los candidatos que debían formar parte de la lista europea. Sus quejas han sido reproducidas en todos los medios, pues Sánchez ha descartado a quien ya era eurodiputada, Isabel García, para meter a una senadora que cuenta con el 2% de los apoyos. Pero es fiel sanchista. Toda una señal para quienes no muestren la mencionada adhesión inquebrantable.

Estas historias empiezan a calar en un PSOE que no sigue sin un gran triunfo electoral. Se conforma con sobrevivir en el País Vasco en coalición con el PNV, tras el fracaso gallego y no ganar en las generales. Para gobernar se ha asociado con partidos que a gran parte de los votantes les provoca inquietud, por no decir indignación, como son los independentistas catalanes y Bildu. Pero sobre todo les inquieta la reacción del presidente ante las noticias que implican a su mujer en un presunto tráfico de influencias, más la situación de su hermano que vive en Portugal a pesar de cobrar un salario público en España, para conseguir así una importante reducción en sus obligaciones fiscales.

Esa reacción ha sido anunciar medidas alarmantes para los jueces, empezando por cambiar la mayoría parlamentaria necesaria para elegir a los miembros del CGPJ, de manera que el partido que gobierna no necesite acordar con el partido mayoritario de la oposición los nombres de los vocales; y siguiendo porque, con el respaldo mayoritario del CGPJ, el Ejecutivo podrá influir en los destinos y promociones profesionales de magistrados. También anunció Sánchez medidas contra los medios que pretendan ejercer su derecho a la información sin más límites que los que imponga la ley, los jueces. Evidentemente, Sánchez pretende callar las voces críticas. Así lo han denunciado infinidad de medios, excepto los de adhesión inquebrantable. En estos últimos empiezan a producirse problemas entre los propios profesionales, por desacuerdo con esa adhesión inquebrantable, y por la pérdida de credibilidad.

Pavor a la desaparición

El sanchismo pierde fuelle, de ahí que Sánchez esté volcado para conseguir que Illa presida la Generalitat. Lo necesita más Sánchez que Illa. Y lo sabe. No se advierte en el PSOE ningún movimiento para provocar el relevo de Sánchez, pero sí un clima que no es tan firme como hace unos meses. Por los resultados electorales, por la escasa participación en las decisiones del partido y del Gobierno de aquellos que no pertenezcan a la media docena de personas en las que se apoya Sánchez, y por el trato recibido por aquellos que no aceptaron seguir al pie de la letra las imposiciones del secretario general, desde ceses y nuevas incorporaciones, hasta abrazar iniciativas inaceptables pero que eran exigencia de sus socios.

Con un elemento más que también crea roces en el partido: Sumar. Yolanda Díaz nunca provocó simpatías en el PSOE. Tampoco Podemos, pero la vicepresidenta casaba mal con el estilo del partido:exceso de protagonismo, exceso de superficialidad y escasez de profundidad política. Sumar ha sido un fiasco. Podemos se escindió en cuanto pudo, y el resto de los socios se han ido yendo o se presentaban en solitario a las elecciones, como si el logo de Sumar los contaminara. No ayudó que Díaz no lograra un solo escaño en Galicia, ahí se visualizó el poco afecto que se le tenía en su tierra.

La política no se hace en Ferraz, sino en La Moncloa, y eso provoca recelos. Escuchando a unos y a otros se llega a la conclusión de que no hay nadie dispuesto a expresar su disconformidad con Sánchez, mucho menos a enfrentarse a él; pero hay otra: cada vez son más quienes piensan, y confiesan, que la única manera de que el PSOE vuelva a ser lo que era es con Sánchez fuera. No para regresar al felipismo, pero sí para que el PSOE nazca de nuevo. Con otras figuras y con otras políticas.

Infinidad de socialistas tienen pavor al futuro si continuara el sanchismo. Con ejemplos muy cercanos de partidos socialistas muy sólidos, y que hoy se encuentran en situación difícil, o desaparecidos: Francia, Italia, Grecia, Alemania... Nadie abiertamente contra Sánchez, pero sí muy preocupados con Sánchez.

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